Todos los cuatro de agosto me veo en la obligación de
recibir a la familia en pleno para ser homenajeado (?) por cumplir un año más
de vida. Lo que algunos saben y la mayoría ignora es que ese día, más que
cumplir años, tengo que cumplir con un protocolo realmente aburrido donde el
menos contento debe ser el agasajado. Cosas de la vida.
Y esto no es por algún encono o resentimiento con nadie.
No. Quiero a toda mi familia ¿ok? Pero lo que me disgustan son las reuniones de
multitudes (que no se malentienda, para mí el «tres son multitud» es algo casi
literal) en plan de jarana. Triste ¿no?
Quizá sí. No soy un ermitaño. No me considero así. Encuentro,
entonces una particularidad en este tipo de cansantes reuniones: la
repetitividad. Recibir a todos con su bienintencionado «feliz cumpleaños»,
algunos con su regalito, sentarse a conversar con quienes se pueda, cantar el happy birthday, comer torta y despedir a
todos. Por lo menos tengo memoria de haber hecho eso unas quince veces. Cansa
¿no?
Una celebración muy especial se dio cuando llegué a 18
años. Mi entusiasta madre, al ver en el calendario que el onomástico caía un
domingo, llamó a tutilimundi. Había
tanta gente en mi pequeña casa que hasta los niños estaban jugando en mi cuarto
(mi lugar de refugio cuando no aguantaba más el aburrimiento). Música criolla
de fondo (con lo que me encantaba (?)), es decir, todo lo que se necesitaba
para pasarla realmente mal. Felizmente –creo- mi incomodidad fue entendida y no
se volvió a repetir.
Este 2012 cae sábado. Probablemente reciba varios saludos
vía facebook. Gracias a todos por ello. A diferencia de otros años, no estaré
el día entero en mi casa, pues saldré a cumplir algunas misiones que siento
como propias, lo cual le dará algo de alegría al cuatro de agosto. Que los dos
patitos vengan a mí.
PD. Hoy no hice esa misión, así que me quedé en mi casa. Recibí una alternativa de solución y también una llamada inesperada que alegró en algo este día especialmente aburrido. Hasta el próximo año...