lunes, 18 de junio de 2012

El equipo de todos

Hoy los referentes de la selección peruana –con la honrosa excepción de Paolo Guerrero- son más vilipendiados que Rosario Ponce, Eva Bracamonte o Elizabeth Espino, otrora chivos expiatorios de todas nuestras culpas. No quiero ser abogado del diablo ni defensor de causas injustificables, pero –más allá de lo censurable que puedan ser las actitudes mostradas por los señores mencionados- lo que se ha visto es el fiel reflejo de lo que somos como sociedad, lo que es el Perú.

Es más, me atrevería a decir que cada jugador nacional responde a una clase de peruano. Así, cada convocatoria se parecería más a un congreso donde se mezcla todo tipo de personalidades propias de esta nuestra tierra tan diversa y variopinta. ¿No lo creen? Aquí un ensayo con los principales nombres:

Paolo Guerrero: Representa al peruano luchador, aquel que se desloma por llevarle algo a “sus hijos”, o sea, aquellos por los que siente que debe responder. Su emprendimiento puede llevarlo a un destino feliz si es que las circunstancias se lo permiten. Siempre peleará mientras tenga fuerzas para luchar contra la adversidad.

Jefferson Farfán: Recontra típico peruano. Alpinchista por excelencia. Le gusta gozar de la vida. ¡Mete un floro de la ptm! (“contra Uruguay juego sí o sí”). De hecho, se parece a algunos amigos pseudopeloteros que conozco. Están hechos de la misma madera. Eso sí, alrededor de él se arma una discusión acerca de si es o no necesaria su presencia para Perú. Hoy lo están botando. Tengan por seguro que en un máximo de dos convocatorias todo estará olvidado (y si no lo convocaran más, al próximo año vociferarán a favor de su retorno). Conduce su auto a pesar de que puede ir contra su lesión… ¡¡¡Al pincho!!!

Juan Vargas: Héroe del ayer. Villano de hoy. Una cara más del sentimiento bicolor. Aquel que le mete harto punche a todo lo que hace, cuando tiene que hacerlo. En la cancha es todo un lobo, aunque a veces le ganen los impulsos. Líder. Fuera de esta, se cree superman, y por más dieta que se le indique para que recupere su peso, a la hora de la comida sucumbe ante los encantos de nuestra deliciosa gastronomía. No le debe importar mucho lo que diga la gente y descuida su imagen. Total, lo que importa es lo que haga en ese momento en la cancha. Fuera de esta, y sin la adrenalina activada, es un débil como cualquiera de nosotros.

Carlos Zambrano: Juega pichanga el día que perdemos contra Uruguay. Dice que le ganó el sentimentalismo y le creo. Porque somos así, dejamos que los amigos nos digan qué debemos hacer, “por quedar bien”. Al final no sabemos qué hacer con las presiones que recibimos por todas partes. Igual, comportamiento poco profesional como los mencionados de arriba. Un mal de bandera.

Claudio Pizarro: Muchos hígados reventados por su causa. Poco carisma. Es el típico pituco que es visto por los demás como un arrogante. A él, poco le importa. Se dedica a cumplir estrictamente con lo que le mandan, y ni un pelo más. De vez en cuando –se especula- se quiere tirar la pera y se inventa lesiones. No me consta. Pero su viaje a España lo pone en el mismo saco de los ya nombrados.

Luis Ramírez: Se le menciona poco pero hace bien las cosas. No le importa mucho que todos los flashes caigan sobre él. Solo le importa sacar nota aprobatoria. El peruano “hormiguita”.

Si notan que algunas de las características descritas acá coinciden con las de alguno de sus parientes, amigos, hermanos, primos, vecinos o algo por el estilo, me doy por satisfecho.

lunes, 11 de junio de 2012

MATEMÁTICA BÁSICA. GUARDE SU CALCULADORA.

(ENSAYO REALIZADO PARA EL CURSO DE PERIODISMO DE OPINIÓN. 2012)



Terminada la quinta fecha de las eliminatorias sudamericanas al mundial Brasil 2014, ya se empiezan a hacer cálculos acerca de qué selecciones se perfilan para clasificar, cuáles son las que se verán obligadas a bregar duro para conseguir el ansiado objetivo y quiénes serán los primeros en decirle adiós al sueño.
Cierto es que, al margen de lo crédulo que puede ser llevar una calculadora al lado para realizar cálculos matemáticos, es necesario –de todas maneras- hacer unas cuentas mínimas para presupuestar el puntaje total a sumar. Conceptos básicos: ganar todo de local (o casi todo) y robar la mayor cantidad posible en territorio extranjero.
En detalle: El total de encuentros a disputarse en esta versión de la eliminatoria –singular por tener a nueve participantes, un número impar, cuando en ediciones anteriores ha tenido diez, sumándole a los actuales competidores al actual anfitrión Brasil- es 16, divididos en ocho partidos de local y ocho de visitante.
El promedio de puntos que sumaron los equipos clasificados en los últimos puestos que daban el cupo al mundial (cuarto –último directo- y quinto, que da un boleto al repechaje) en los procesos que se llevaron a cabo en este formato denominado “todos contra todos” es de 24 aproximadamente. Y esa es la cantidad de puntos que debería presupuestar un equipo si quiere asegurarse un espacio en el la máxima competición de fútbol.
¿Cómo sumar esa cantidad de puntos? La experiencia indica que gran porcentaje de la sumatoria final debe haberse obtenido jugando en su ciudad, con el apoyo de su gente. En esta versión rumbo a 2014, cada combinado debe ejercer la localía en ocho oportunidades. Sabiendo que cada partido ganado equivale a tres puntos, bastará que se gane el 100% de estas disputas para conseguir el objetivo sin sobresaltos.
Sin embargo, no se recuerda a equipo alguno logrando tal propósito de esa manera. Hasta el más pintado ha perdido puntos en su fortín. Brasil, por ejemplo, la eliminatoria anterior cedió empates como local ante Colombia, Argentina, Bolivia y Venezuela. ¡Casi la mitad! Argentina, en el proceso hacia el 2002, donde realizó una campaña excepcional, cedió puntos ante Paraguay. Un país que le saca el máximo provecho a su localía, como Ecuador, tuvo que robar algunos puntos de visita para clasificar a Alemania 2006, debido a que empató en Quito contra Perú y Uruguay, la mejor selección sudamericana de la actualidad, y que ya perdió dos puntos al empatar con Venezuela.

Más allá de que Brasil y –quizá- Argentina no necesitaron de cálculos para dar por descontada su clasificación, las demás selecciones, por mostrar un nivel parejo e inferior a los antes mencionados (aunque ahora se podría sumar a aquellos Uruguay), si requieren de ello con fines estratégicos.

Teniendo, entonces, como rivales a selecciones de talla mundial en la lista de contendores, los equipos “ordinarios” pueden pensar en ceder puntos hasta en dos partidos (no olvidar que Brasil no compite). Con este descuento, el cálculo del puntaje de local sumaría 18, si se pierde los dos, o 19 si se empata uno y se pierde el otro.

Ello hace necesario que se piense en no menos de cinco o seis puntos que haya que “robar” en escenarios rivales, para recuperar la cosecha perdida en casa y terminar teniendo los mismos 23, 24 o 25 puntos que siempre se han necesitado para alcanzar el logro: Uruguay, para el 2010, con 24 puntos, para el 2006 con 25 puntos, para el 2002 –excepcionalmente- con 27 puntos y Chile en 1998 con 25 puntos han sido los últimos clasificados de esta región.

Quedan trece fechas, once partidos para algunos, doce para otros. Será una labor ardua para todos. Quien se encuentre mejor preparado y mentalizado estará más cerca de cumplir sus objetivos.

¿CUÁNDO SE SANCIONARÁ A LOS ÁRBITROS?

(COLUMNA DE OPINIÓN PARA EL CURSO DE PERIODISMO DE OPINIÓN. 2012)

El último partido disputado entre Sporting Cristal y Alianza Lima, disputado en el Estadio Nacional, no pudo transcurrir sin regalarnos un nuevo y clamoroso desacierto arbitral. El primer gol del encuentro –anotado por José Carlos Fernández- era inválido por una clara posición adelantada. Clara, al menos, para el juez de línea de oriente que vio la jugada desde una posición privilegiada y que, inexplicablemente, no la cobró.

La jugada inició con una pelota que “Coco” Bazán le roba a Óscar Vílchez en el mediocampo. Este le pasa bien el balón al chileno Fernando Meneses, quien aprovecha el tardío cierre de Walter Vílchez para asistir a “Zlatan” Fernández, que no perdona y la clava en el arco rimense.

Nadie se percató de lo ilícita que era la jugada. Los propios jugadores de Cristal no reclamaron; la televisión, en su toma habitual, no evidenció el hecho. Solo al momento de pasar las repeticiones en otros ángulos –específicamente con la toma lateral a la altura del área de Erick Delgado- se pudo constatar el hecho.

Y en eso se basan los que quieren minimizar el hecho. Argumentan que fue un offside de TV, porque solo se pudo observar en esta. Aducen que fue tan difícil de observar que hasta los propios perjudicados no protestaron. Por ende, es un error arbitral entendible. Hasta el propio Fernández declaró que “había que congelar la imagen para ver si era offside”. ¡Habrase visto! No es la primera vez que defiende lo indefendible (basta recordar cómo se enfurece luego de que le anularan un gol por utilizar descaradamente la mano en la final última).

Y no es así, señores. Hay evidencia televisiva suficiente como para calificar este fallo como terrible. Porque ahora salió el juez principal, Freddy Arellanos, a admitir que cometió un error y que asume toda la responsabilidad del caso. Es saludable que, como cabeza y primer responsable de sacar adelante el compromiso, asuma el costo del yerro de su terna y lo lamente. Sin embargo, el peso de la justicia deportiva debería caer sobre el juez de oriente, Coty Carrera. 

El asistente en mención fue un espectador de lujo. En las imágenes se puede observar que Carrera se encuentra en línea con el ariete aliancista, que a su vez está por delante de los tres defensas de la zona, ya que el último que lo estuvo marcando, Jesús Álvarez, logró retroceder segundos antes de que Meneses lo “habilitara” y lo dejó inhabilitado. Arellanos, estando en una posición dificultosa para su visión, confió en su línea, y por eso ahora debe salir a declarar a los medios para calmar los ánimos.

Sin embargo, esperar una sanción de la Conar contra sus propios árbitros parece ser pedirle peras al olmo. Ya se han dado casos anteriores –y más graves- donde los hombres de negro siguieron pitando como si nada hubiese pasado. Baste recordar al nefasto Percy Rojas y la absurda sanción de seis meses impuesta al arquero Leao Butrón, supuestamente por haberlo empujado (hecho que nunca las imágenes no corroboraron).

VIVIR CON LA MUERTE

(CRÓNICA REALIZADA PARA EL CURSO DE TALLER DE PERIODISMO INFORMATIVO)


Cementerio. Lugar solitario. Lugar inhóspito. Lugar donde lo único seguro de encontrar es la muerte, representada en miles de tumbas, agrupadas en cientos de bloques, cuyos epitafios revelan la nostalgia y la resignación de tener que entregarles a ella al ser –de repente- más querido.

Pero, ¿quién se encarga de que aquel lugar del reposo eterno sea para sus perennes habitantes un sitio algo más acogedor? Lo más probable es que ninguno de nosotros haya reparado en aquellos hombrecillos andrajosos que se pasan el día entero andando de pabellón en pabellón con una extensa escalera, una botella de agua y un balde sucio en el que se hallen una escoba vieja y su recogedor.

Llegamos al cementerio «El Ángel» de Barrios Altos. Era ya algo tarde. Luego de que un vigilante nos advirtiera que dentro de poco cerraban la puerta, apuramos el paso hacia el interminable laberinto. Allí encontramos a Raúl, un hombre ya entrado en años, que todos los días llega desde tempranas horas a intentar mantener en dignas condiciones los pabellones que le corresponden.

Él cuenta que hay mucho trabajo por hacer. Las horas van pasando y quedan cortas cuando se trata de sacar los restos de flores marchitas dejadas por los escasos visitantes, cuando es imposible darse abasto para limpiar y sacudir el polvo en tan extensa área. Imagino que, después de festividades como el Día de los Muertos, la chamba debe ser realmente dura.

Es la hora del cierre del camposanto, las 5 de la tarde. Es en este momento donde puede tomarse un respiro, que aprovechamos para escucharlo atentamente. Sus facciones no hacen más que denotar el evidente cansancio que debe estar sintiendo en su ya no tan juvenil cuerpo.

-Nosotros no tenemos ningún sueldo- dice en un tono ligeramente quejoso. –La Beneficencia de Lima no se encarga de eso. El dinero que ganamos lo sacamos de las familias que nos dan una propina por limpiarles un nicho para que puedan colocar allí a sus muertos- explica.

Son ya las 5:30 pm. y lo dejamos solo en su pabellón, San Eugenio. Era evidente que, así como nos demoramos en llegar a él desde la calle, también nos demoraríamos en regresar a ella. Salir de una sucesión de nichos que se intercalaban con tumbas mientras el cielo ya empezaba a oscurecer nos inquietaba. Por suerte, la  puerta continuaba abierta y, hasta que nos terminamos de ir, no se mostraban indicios de alguna persona con intención de impedirle el paso a cualquier aventurero que quisiera aún ingresar.

Nos fuimos, sabiendo que, aun caída la noche, la labor de este respetable caballero todavía no había terminado, porque, como nos contó, entre sus funciones estaba la de vigilante nocturno, pues debía expulsar de su centro de trabajo a cualquier drogadicto que quisiera invadirlo. Me quedé personalmente con la interrogante de cómo lo conseguiría. Dudo mucho que por la fuerza.

domingo, 10 de junio de 2012

EL FIN DEL MITO DE LA TRAGEDIA

(2010)

  
Cuando, a inicios de junio, se anunció que el encuentro entre Sporting Cristal y Universitario se jugaría en el estadio San Martín de Porres, se produjo un total alboroto. Que los exteriores eran totalmente inseguros, que el recinto era muy pequeño, que las barras podían enfrentarse entre sí debido a la endeble infraestructura interna del campo (la Trinchera Norte amenazaba con invadir la tribuna norte, que le había sido asignada al Extremo Celeste) eran algunas de las razones que daban, especialmente, los integrantes del plantel crema para desestimar semejante posibilidad.
Debido a la realización de la Asamblea General de la OEA, la Policía Nacional no se pudo dar abasto para la fecha programada del partido en un inicio (10 de junio) y este se postergó hasta la semana siguiente, tiempo en donde se especuló que Defensa Civil o la propia Policía podrían dar marcha atrás en su intención de llevar a cabo tal proeza.
Finalmente el partido se jugó. Los miembros del orden realizaron un impecable plan de seguridad y no hubo tragedia alguna –de las que tanto auguraron- que lamentar. Alguien podría mencionar la agresión con un proyectil en la sien al árbitro Héctor Pacheco, pero este tipo de incidentes se dan en muchos escenarios mejor equipados debido a la exasperación de los hinchas para con los pitos (ojo, no se justifica la acción de ninguna manera, pero esta pudo haber sucedido aquí, en la China o en la Conchinchina, no se trata del lugar, sino el grado de civilización del espectador).
Semanas después –en agosto para ser precisos- se quiso repetir la historia, pero esta vez el contrincante era el otro grande limeño, Alianza Lima. Nuevamente los dirigentes le pusieron peros al asunto y, sin embargo, se programó el duelo en el San Martín. Historia repetida: excelente planificación, cero incidentes que lamentar.
La liguilla hizo posible que el estadio santo tuviera la oportunidad de volver a recibir a ambos equipos y, por ende, de ratificar su aptitud para –mediante el apoyo de las autoridades competentes- poder recibirlos. Cristal ganó, empato y perdió en esos partidos, pero, en ningún caso, a la Policía se le escapó de las manos la reacción de las barras local y visitante, lo que demuestra que, con las precauciones del caso, SÍ se pueden llevar a cabo partidos de alto riesgo en las localías requeridas y no hay que estar mudando a los equipos de sus recintos, como le sucedió en un tiempo determinado a la “U” cuando no podía jugar los clásicos en el Monumental.

SANMARQUINOS, ¿PEATONES IMPRUDENTES?

(NOTA HECHA POR PURA VOCACIÓN. 2010. HOY, TODO SIGUE IGUAL)



A pocas horas de entrar en vigencia el sistema de cobro de multas a los peatones infractores de las normas de tránsito, las puertas dos, tres y siete de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM), que son las más concurridas por estudiantes, docentes y trabajadores de dicha casa de estudios, no poseen una adecuada infraestructura vial para peatones. Esto desde el problema de la construcción del bypass de las avenidas Venezuela y Universitaria.

El 15 de noviembre es la fecha programada para el inicio de este nuevo régimen, que consistirá en la imposición de papeletas -que van de S/.18 a S/.108 y podrían incluir la condena a realizar trabajos comunitarios- a las personas que infrinjan alguna de las catorce faltas contempladas en las normas de transito.

Sin embargo, tanto en los exteriores de la puerta dos como en la tres -ubicadas en la Av. Universitaria- se puede comprobar la inexistencia de líneas peatonales, semáforos y puentes, lo que hace imposible que se pueda transitar por tal arteria sin saltarse alguna norma de transito. La presencia de policías de tránsito es tan solo ocasional y los ciudadanos que cruzan habitualmente esta vía deben correr con los riesgos que ello implica.

El acceso a la puerta siete –ubicada en la Av. Venezuela-, al menos, sí cuenta con los pasos de cebra, pero, al igual que en los casos anteriores, carece de un semáforo y la presencia de los miembros del orden no es permanente. Es común, en todos los casos mencionados, ver a personas sorteando los vehículos para salir o entrar del recinto universitario.

El problema se debe a que las obras de construcción del intercambio vial Venezuela – Universitaria aun están inconclusas, lo que impide la construcción de los puentes peatonales en los lugares planificados. Sin embargo, para la culminación de los trabajos en la referida zona, se requiere que tanto la Municipalidad de Lima como la UNMSM lleguen a algún acuerdo satisfactorio para ambas partes, lo que dilatará aún más la solución a estos problemas.

“LO HAGO POR NECESIDAD”

(CRÓNICA REALIZADA PARA EL CURSO DE REDACCIÓN SUPERIOR. 2010)

El cruce de las avenidas Venezuela y Universitaria, en el Cercado de Lima, fue el lugar elegido para iniciar el recorrido aquel día. El medio: una coaster de la línea popularmente conocida como la “San Bartolo”. El fin: los ambulantes, aquellos que día a día deben vivir el triste suplicio de tener que subir a un micro y ofrecer caramelos, chocolates, frunas y demás productos baratos con el único fin de “llevarse un pan a la boca”, como dicen ellos mismos intentando conmover a sus “involuntarios” oyentes.

Porque ese es el único modo posible, que ven ellos, de subsistir en esta selva de cemento que es la ciudad, en especial la salvajemente poco solidaria y harto complicada Lima, en donde cada quién baila con su pañuelo y prácticamente nadie daría un centavo por el bienestar del prójimo.

Llegamos a la plaza Bolognesi. Eso significa que, en adelante, estaremos internos dentro del infernal atolladero que significa el tráfico por esa zona de la capital. Sin embargo, ello no significa, como normalmente sucede con cualquier usuario del transporte público, un problema, sino, la oportunidad de que alguna de esas personas por las que iniciamos el viaje aparezcan.

Y, avanzando unas pocas cuadras, en el Paseo Colón, abordó el auto una mujer que llevaba consigo un “envase” de tecnopor que servía para conservar la temperatura de los helados, que aquella señora ofrecía de la marca “Lamborghini”. Subió, ofreció su mercadería, tan solo una persona le compró un helado, y se retiró sin inmutarse ante esta adversa situación. Toda una mujer digna ella.

Al fin subió la persona que tanto buscábamos. De estatura mediana y de contextura ligeramente gruesa. Era un hombre que vivía de la venta de detalles y accesorios hechos de alpaca. Su discurso previo al ofrecimiento del producto en venta era como un calco de cualquier floro que se puede escuchar al viajar todos los días. Sin embargo, nunca había escuchado frases del como “tengo vergüenza de hacer esto, pero no me importa, pues mi prioridad es llevarle el pan a la boca a mis hijos”. Lo común era oír cosas que hacían alusión a la “honradez” del ambulante- ex reo-  por dedicarse a la venta en vez de ir a robar.

El señor era un padre de familia, tenía dos hijos. Debido a sus carencias económicas, era indocumentado. Debía de ser chiclayano, pues lucía una gorra del Juan Aurich, equipo de arraigo en tal ciudad. Luego del típico “cuánto le cuesta, cuánto le vale” pasó con la paciencia de un monje a ofrecer sus cadenitas. Tan solo una persona le compró, pero, al parecer, eso fue suficiente. El “gracias”, acompañado de una radiante sonrisa, y el añadido “Dios le bendiga” denotaron, pues, que, realmente, sentir una mano amiga, que de alguna manera te haga sentir apoyado, es lo más gratificante que puede sentir una persona que se encuentra sumida en el abandono y el desamparo total por parte de esta sociedad del individualismo.

El viaje siguió por un largo tiempo más y por una distancia mucho mayor, pero en la coaster no se embarcó un solo vendedor ambulante más.

jueves, 7 de junio de 2012

¿OVNIS, LADRONES O TAN SOLO TURISTAS?

(CRÓNICA REALIZADA EN EL TERCER CICLO PARA REDACCIÓN BÁSICA. 2010)

Las agujas de los relojes marcaban, en ese instante, las siete de la noche. Sin embargo, en aquel inhóspito lugar, no existía posibilidad alguna de poder encontrar un simple reloj de pared. El intenso frío ya se empezaba a hacer notar entre todos y, en un intento por amenguarlo, habíamos empezado a preparar una sustanciosa y, seguramente, deliciosa sopa. Vale decir que lo delicioso de la sopa se debería a que ninguno de nosotros había probado alimento consistente alguno desde que decidió dejar la comodidad de su hogar para emprender esta arriesgada aventura.

Gabriela, la denominada “mamá” del grupo, era la única que sabía prender fuego en las condiciones en las que nos encontrábamos. Solo necesitó de fósforo, leña y un montoncito de ramitas sueltas para lograrlo. Entre Ketty, Ivonne y Kathy pelaban y lavaban las verduras que Michael había podido conseguir durante el día en el pueblito más cercano.

Así, este grupo de sanmarquinos, estudiantes de fotografía básica, trataba de sobrellevar una segunda noche en la inclemente helada de la meseta de Marcahuasi, a 4000 m.s.n.m., en una zona de campamento llamada “La Cabaña”. Cerca de nosotros se hallaba, descansando en el interior de su carpa, el profesor Pacheco, quien nos había llevado hasta tan hostil lugar con el fin de fotografiar las piedras con formas humanas y de animales que allí había.

-¿Ves en el cerro de allá una luz encendida?, ¿no crees que son turistas perdidos?- comenzó a decir Ivonne señalando un punto anaranjado a lo lejos en una montaña relativamente cercana.

Casi al instante prendí mi linterna tratando de enfocar el lugar inútilmente, pues esta era de baja potencia. La mayoría dejó de prestarle atención a la preparación de la sopa y enfocó con su linterna al lugar.

-¿Hola? ¿Hay alguien ahí? ¿Necesitan ayuda?- empezábamos a gritar casi al unísono. La respuesta a ello fue que la lejana luz comenzó a cambiar de lugar. Esto era lo que aparecía a mi vista y a la de varios, sin embargo, para Sheila era una simple ilusión óptica, producto del movimiento de linternas. Y de hecho, no era la única que pensaba así.

No tardó mucho el profesor en salir de su carpa, seguramente inquietado por la conducta que observaba de nosotros desde su lugar. Sus primeras palabras trastocaron un poco nuestros pareceres:

-Son ovnis- dijo.

El profesor, además, nos hizo reparar en otra circunstancia extraña: dos luces azuladas volaban muy cerca de la montaña de donde provenía la luz y realizaban movimientos lentos pero que siempre tendían a acercarse a esta. Todos mirábamos con extrañeza tal situación. El profesor es un ferviente creyente de la existencia de la vida extraterrestre y empezaba a tratar de explicarnos lo que acontecía en ese momento.

-Ahí hay personas tratando de hacer contacto con algún ser extraterrestre. Esas luces deben ser platillos voladores que están contactando con ellos. ¡Miren como se acercan al cerro!- explicaba extasiado.

-¡Profesor, mire!- exclamó Keiko señalando tres luces que aparecían juntas desplazándose por el negruzco cielo. Una era verde, la otra roja y la tercera amarilla.

-¡Es un avión!- le gritaron sus amigas, a lo que solo atinaron a reírse.

Los minutos pasaban entre cháchara y cháchara, la sopa proseguía, en manos de Gabriela, su lenta pero segura cocción, el frío aumentaba. Seguíamos intrigados con el movimiento de esas extrañas luces, pero el profesor, casi de un momento a otro, cambió radicalmente su actitud. Nos reunió a los 22 en un cerrado grupo y nos hecho un verdadero baldazo de agua fría, si es que aún podíamos enfriarnos más:

-Alumnos, ustedes no debieron haber llamado a los que estaban al otro lado, probablemente pueden ser asaltantes. Ojala que sean turistas perdidos, pero lo dudo- dijo.

Esto fue suficiente para alterar los ánimos en el grupo. Al ser la mayoría chicas, el temor se hizo notorio. Nuevamente nuestra “mamá”, Gabriela, fue quien tomó la batuta entre nosotros y empezó, junto con el profesor, a idear alguna manera de librarnos de esta situación…o, al menos, de salir ilesos…o, siquiera, vivos...

Decidimos que lo mejor era no hacer mucha alharaca de que nos encontrábamos ahí. Para empezar, y muy a nuestro pesar, se procedió a apagar el fuego, que además de mitigar en algo el frío y ofrecernos un poco de luz, implicó que no se pudiera terminar de cocer la sopa. Lo primordial para todos era, al margen de lo que nos pudieran quitar, poder retener algo de dinero para poder regresarnos a Lima. Así que nos guardamos una parte de nuestra plata, la suficiente a juicio de cada uno para el retorno, dentro de nuestras medias. La cámara y el celular me los coloque dentro de los bolsillos de la capucha que tenía bajo mi casacón. Una vez a oscuras, todos nos metimos a nuestras carpas excepto el profesor y tres chicos más: Giancarlo, Michael y Gabriela.

Entendí, por las circunstancias, que la idea era consistía en que ellos se queden montando guardia para verificar si se acercan o no los supuestos maleantes. Eran minutos tensos sin duda. Bruno, gentilmente me acogió en su carpa junto con Kelly y otra Gabriela, Gabriela Segura. También habíamos dispuesto hacer el menor ruido posible, así que era complicado cualquier intento de entablar una conversación, lo cual hacía más angustiante la espera.

-No debimos mandar a Michael a comprar al pueblo- se lamentaba Kelly susurrando –seguro lo han visto llevando provisiones y nos han echado el ojo.

La espera cada vez se hacía peor, cada vez que nos hablaban desde afuera de la carpa cualquiera de los que estuvieran montando ronda, lo hacían para decirnos que cada vez veían más cerca a los extraños; hasta nos daban algunos detalles de ellos: no venían solos, sino que andaban montados a caballo y llevando burros de carga consigo. A diferencia de la expresividad de las chicas, Bruno trataba de mostrarse sereno, aunque igual podía ver algún gesto de temor asolapado.

Cuando nos dijeron que se encontraban casi a la entrada de “La Cabaña”, las caras angustiadas de todos y la tensión reinante se hicieron más patentes que nunca. Solo atinábamos a hablar a cuentagotas, esperando simplemente un trágico desenlace de esta historia. Pasaban los minutos y, salvo murmullos exteriores, nada de noticias allá afuera. De pronto oímos un murmullo, se dirigía a nuestra carpa, lo que nos dijo no fue un alivio del todo, pero sirvió para volver un poco a la calma:

-Parece que han ido al otro campamento- escuchamos.

Lo primero que se me vino a la mente luego de un alivio inicial fue que, de ser realmente ladrones esas personas, eso de irse no era más que una táctica de distracción. En efecto, así lo pensaron todos y por ello decidimos no bajar la guardia. Para reorganizarnos y planear las medidas a tomar durante esta noche, todos salimos de nuestras carpas, es decir, todos los que estábamos en buen estado de salud, pues Sandra, Lucía y Leesly, afectadas por el soroche y el frío nocturno de alrededor de 0°C. habían terminado por caer enfermas.

Cuando se estaban acordando las acciones a realizar, mi celular empezó a timbrar. Por la forma como lo había ocultado me demoré en sacarlo y no llegue a contestarlo, pero vi que era mi mamá. No sabía que decirle: ¿le digo que todo estaba bien, que no se preocupara; o le cuento lo que pasa? Ivonne me aconsejo que lo mejor era no preocuparla, que espere a que llame de nuevo y que la deje tranquila.

Así lo hice y luego me enteré del acuerdo llegado: deberíamos realizar rondas nocturnas en grupos de cuatro, dos en cada lugar de acceso posible, durante una hora por persona. Mientras tanto, lo mejor que podíamos hacer los demás era dormir. Preferí iniciar mi turno relativamente temprano, junto con Ivonne, a las doce y media, y reemplace a Salvador.

Sin embargo, el frío a esa hora ya era simplemente espantoso, a pesar de estar todos con lo máximo de ropa que podíamos, y de comer chocolate, todo era inútil. Una vez allí, Ivonne tuvo que alejarse un poco, por lo que me quede solo en el lugar que me correspondía: la entrada del campamento. De pronto miré hacia arriba y vi sobre una piedra alta la figura de una persona que miraba en dirección al campamento.

El susto fue grande. No sabía si dar la señal de alerta, enfocarlo con la linterna e intentar sorprenderlo o algo en especial. No quería ser yo quien desencadene la venida en masa de los asaltantes. Sin embargo, esa persona seguía ahí, inamovible. Ivonne no llegaba y los minutos pasaban. ¿Qué haría?

Casi al momento en que llegaba mi amiga, repare en que esa persona debía de ser muy heroica para mantenerse tanto tiempo en ese lugar bajo tan insoportable clima. Decidí pensar que era una piedra más y, aún inseguro de mi conclusión, se lo dije.

-¿Quieres que lo enfoque con la linterna para asegurarnos?- le pregunté

-Sí- me respondió.

Salimos de dudas cuando le cayó la luz a la supuesta e inexistente “persona”, que no era más que un pedazo de roca de esos que al profesor le hubiera gustado que fotografiemos. Al rato vino Ketty y nos dio aún más luces sobre el asunto:

-Por el otro lado una piedra da la sensación de ser una persona sentada mirándonos- nos dijo.

Al terminar nuestra inacabable hora de ronda, logre trasladarme, a pesar de estar congelado por dentro, nuevamente a la carpa de Bruno. Todos en esa carpa ya se habían turnado para esta labor, así que los encontré durmiendo. Me acomode como pude, pues la carpa, diseñada para dos personas, estaba siendo ocupada por cuatro. El problema era que ya todas las personas sanas, que al avanzar la noche se reducían en número, ya habían cumplido con su tiempo.

No quedaba otra alternativa que repetir la ronda, por lo que inicialmente se llamó a los primeros en hacerla en el primer turno. Esta idea fue rechazada, pues estos ya estaban durmiendo e iban a sentir con más intensidad el frío, sin contar que también podrían enfermar por el cambio brusco de temperatura. Realmente la labor de algunos en este arduo trabajo era plausible, sin embargo, las fuerzas ya no nos daban para soportar el frío y el sueño.

No nos quedo más alternativa que irnos a dormir y quedarnos a merced de lo que pudiera pasar si vinieran esas personas. Eran las tres y media de la mañana y, como Gabriela, la “mamá”, había dado su palabra de levantarse a las cinco para terminar de preparar la sopa, como que hacía turno también  en esa hora, íbamos a dejar durante una hora y media las carpas sin vigilancia alguna.

Demoré en conciliar el sueño, a pesar de que Bruno, antes de dormir, empezaba ya a decir que probablemente esto no era más que paranoia del profesor, teniendo en cuenta que portaba consigo todo su equipo de fotografía, que sin duda le habría valido un ojo de la cara.

Siendo las seis de la mañana, volví a tomar conciencia luego de un no tan cómodo sueño. Desde fuera escuchaba una voz:

-Chicos, quien quiera sopa que se acerque, de preferencia para los que están mal- anunciaba.

Con la llegada del alba se esfumó cualquier posibilidad de peligro. ¿Habrán sido realmente ladrones que no se atrevieron a atacarnos? ¿Habrá sido simplemente una reacción exagerada del profesor ante la simple posibilidad de perder su equipo fotográfico? Creo que nunca lo llegaremos a saber con certeza. Lo único que sé es que estoy sano y salvo y vivo para contarlo.