lunes, 18 de junio de 2012

El equipo de todos

Hoy los referentes de la selección peruana –con la honrosa excepción de Paolo Guerrero- son más vilipendiados que Rosario Ponce, Eva Bracamonte o Elizabeth Espino, otrora chivos expiatorios de todas nuestras culpas. No quiero ser abogado del diablo ni defensor de causas injustificables, pero –más allá de lo censurable que puedan ser las actitudes mostradas por los señores mencionados- lo que se ha visto es el fiel reflejo de lo que somos como sociedad, lo que es el Perú.

Es más, me atrevería a decir que cada jugador nacional responde a una clase de peruano. Así, cada convocatoria se parecería más a un congreso donde se mezcla todo tipo de personalidades propias de esta nuestra tierra tan diversa y variopinta. ¿No lo creen? Aquí un ensayo con los principales nombres:

Paolo Guerrero: Representa al peruano luchador, aquel que se desloma por llevarle algo a “sus hijos”, o sea, aquellos por los que siente que debe responder. Su emprendimiento puede llevarlo a un destino feliz si es que las circunstancias se lo permiten. Siempre peleará mientras tenga fuerzas para luchar contra la adversidad.

Jefferson Farfán: Recontra típico peruano. Alpinchista por excelencia. Le gusta gozar de la vida. ¡Mete un floro de la ptm! (“contra Uruguay juego sí o sí”). De hecho, se parece a algunos amigos pseudopeloteros que conozco. Están hechos de la misma madera. Eso sí, alrededor de él se arma una discusión acerca de si es o no necesaria su presencia para Perú. Hoy lo están botando. Tengan por seguro que en un máximo de dos convocatorias todo estará olvidado (y si no lo convocaran más, al próximo año vociferarán a favor de su retorno). Conduce su auto a pesar de que puede ir contra su lesión… ¡¡¡Al pincho!!!

Juan Vargas: Héroe del ayer. Villano de hoy. Una cara más del sentimiento bicolor. Aquel que le mete harto punche a todo lo que hace, cuando tiene que hacerlo. En la cancha es todo un lobo, aunque a veces le ganen los impulsos. Líder. Fuera de esta, se cree superman, y por más dieta que se le indique para que recupere su peso, a la hora de la comida sucumbe ante los encantos de nuestra deliciosa gastronomía. No le debe importar mucho lo que diga la gente y descuida su imagen. Total, lo que importa es lo que haga en ese momento en la cancha. Fuera de esta, y sin la adrenalina activada, es un débil como cualquiera de nosotros.

Carlos Zambrano: Juega pichanga el día que perdemos contra Uruguay. Dice que le ganó el sentimentalismo y le creo. Porque somos así, dejamos que los amigos nos digan qué debemos hacer, “por quedar bien”. Al final no sabemos qué hacer con las presiones que recibimos por todas partes. Igual, comportamiento poco profesional como los mencionados de arriba. Un mal de bandera.

Claudio Pizarro: Muchos hígados reventados por su causa. Poco carisma. Es el típico pituco que es visto por los demás como un arrogante. A él, poco le importa. Se dedica a cumplir estrictamente con lo que le mandan, y ni un pelo más. De vez en cuando –se especula- se quiere tirar la pera y se inventa lesiones. No me consta. Pero su viaje a España lo pone en el mismo saco de los ya nombrados.

Luis Ramírez: Se le menciona poco pero hace bien las cosas. No le importa mucho que todos los flashes caigan sobre él. Solo le importa sacar nota aprobatoria. El peruano “hormiguita”.

Si notan que algunas de las características descritas acá coinciden con las de alguno de sus parientes, amigos, hermanos, primos, vecinos o algo por el estilo, me doy por satisfecho.

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