sábado, 6 de octubre de 2012

De la fábrica de ganadores



En tu chip mental está grabado que debes ganar. El triunfo es tu meta en la vida. Para eso estás. Para eso existes. Si no demuestras ser mejor a tu contrincante estás muerto. No vales nada. Eres basura y la gente no te querrá. No hay excusas. Cualquier pero te convertirá en un picón o llorón.

¿Es la historia de una persona? Sí y no. La es de una y de muchas. No solo de personas. Grupos pequeños, organizaciones trasnacionales o cualquier forma de reunión humana se pueden contagiar de de aquel vicio.

En el amor y en la guerra todo vale, dicen. ¿Dónde vivimos? Estamos en una sociedad que alienta esas conductas. La trampa inocua a primera vista es aplaudida. Es picardía, es criollada. Nada como el que aprovecha la distracción de su amigo para quitarle un billete del monopolio. Es viveza. Y el vivo vive del tonto y el tonto, de su trabajo.

Uno tiene la tentación de descender a ese nivel para aminorar esas “ventajitas” sacadas. No vale la pena. Hay mejores cosas qué preservar. Solo queda ser meros observadores de las más creativas maniobras “competitivas” que pueden ir desde una mandada al desvío, un chantaje sentimental o simplemente una mentira.

No diré más.

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